Cuando hablamos de clientes solemos a pensar que solamente nos estamos refiriendo a quienes adquieren los productos o servicios que como empresa o negocio ofrecemos, pero de acuerdo con las las normas internacionales ISO 9000, un cliente se refiere a la organización o persona que está recibiendo un producto. Un producto es el resultado de un proceso y un proceso son las actividades relacionadas con alguna tarea específica. Así que toda persona, organización o grupo que reciba el resultado de ese proceso o satisfacción de una necesidad se puede considerar un cliente.
Podríamos decir entonces que un cliente es también quien está empleado en la empresa (desde el gerente o quien ocupe el cargo de mayor jerarquía hasta la persona que se encuentra en el último escalafón del organigrama), pues cada persona que hace parte de la organización cumple con unas actividades para desarrollar un proceso que llevan a elaborar un producto que es entregado a otro empleado o dependencia. Siendo así ¿no creen que el cliente interno merece tanta atención y reconocimiento como los clientes externos?
Los trabajadores, los clientes internos, son el motor de cualquier compañía (sea esta mediana, pequeña o grande) son los que, con base en unos principios, valores y funciones, construyen la identidad de la organización; son el reflejo de la cotidianidad de la empresa y esto se transmite en el servicio que ofrecen, en la calidad de la atención que dan a los clientes externos.
Si ustedes, los que dirigen empresas o negocios, me preguntan por cuál es el punto de partida para generar una estrategia que mejore el servicio al cliente, sin duda mi primera reacción sería preguntarles ¿cómo están tratando a sus colaboradores? Recuerden que más allá de ser profesionales que ponen a su servicio un conocimiento, son personas con sentimientos, pensamientos, experiencias e ideas que merecen ser reconocidas y valoradas.
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